ateliermadera nació de una intuición: observar la naturaleza para entender cómo deberíamos construir, habitar y relacionarnos con el mundo. Lo que empezó como un ejercicio personal —transformar madera y trabajar la forma desde su estado más crudo— se convirtió con el tiempo en una práctica de arquitectura.
Trabajo desde la escala del objeto hasta la del territorio, guiada por una pregunta constante: ¿qué podemos aprender de los procesos naturales?
Cada proyecto posee una lógica propia.
El trabajo consiste en reconocerla.
Esa lógica está en la materia, en el comportamiento del sitio y en lo que el lugar ya cuenta antes de intervenirlo. Asi, el proyecto se vuelve una colaboración con estos elementos, y otros habitantes, del entorno. Es un proceso vivo donde observación, criterio y técnica se articulan para ir dando forma.
El diseño al fin debe ser una forma de cuidado —del espacio, de la comunidad y del paisaje que habitamos— y la sensibilidad es una herramienta precisa, capaz de orientar cada decisión.